Taller de Máscaras
DESCRIPCION
El primer espectáculo que realizó Cómicos de la Legua, donde las máscaras eran un elemento teatral importante, fue “Fabulilla con Burro”. Las máscaras y muñecos irán adquiriendo protagonismo a partir de ese espectáculo del año 1972.
Las máscaras les permiten a los actores duplicarse y dotar a las historias de mayor ritmo y vistosidad.
Estos primeros trabajos de máscara fueron realizados en papel mache con estructura de alambre o rejilla, pero resultaban muy pesadas. Poco a poco aplicaron nuevas técnicas para aligerar el peso. Con Pedro Goiriena al frente, comienzan a modelar en barro, crear el molde en escayola. para terminar el proceso con el papel encolado y la pintura. También se usaba como una parte del proceso la cera de estearina. En el año 1978 empiezan a experimentar con el poliéster, crean el espectáculo “Nafarroa 1500” y “Prakaman”, dando un gran paso y consiguiendo una plasticidad hasta entonces limitada.
A raíz de la instauración de la Aste Nagusia en 1978 y la desaparición de la anterior saga de gigantes y cabezudos, se necesita construir y reconstruir el Gargantua y los Gigantes y Cabezudos para el Ayuntamiento de Bilbao. Este encargo tan especial recae en el taller de Cómicos de la Legua-Kilikilariak, que dirigido por Pedro Goiriena necesita reforzar su equipo de trabajo, por ello empiezan a trabajar en el taller Jesús Uranga y Juan Cruz Inoriza junto con las modistas Pili Hortigüela y Mari Carmen Gómez.
El barakaldés Pedro Goiriena, actor en la compañía, será quien lleve a cabo todos los trabajos artísticos hasta su disolución en 1980. A partir de ahí creará su propio proyecto KASIMORONE y volverá al mundo de las Galerías para exponer sus trabajos.
CURIOSIDADES
En 1977, el locutor de Radio Popular de Bilbao, Zorion Eguileor, se hizo eco de las quejas de muchos oyentes en su programa “Lagun Artean”, en relación a la Semana Grande de Bilbao de entonces, que consistía únicamente en eventos de pago y en recintos cerrados. Se creó un movimiento popular que consiguió crear las fiestas populares tal y como las conocemos hoy.
A raíz de la instauración, en 1978, de la Aste Nagusia, los actos festivos salen a la calle y se recupera la tradición de los pasacalles con los Gigantes y Cabezudos y el Gargantúa. Con motivo de la desaparición de la anterior saga, Pedro Goiriena y los miembros de Cómicos de la Lengua-Kilikilariak, construyen una nueva generación de Gigantes ampliando su número a doce. Crean cuatro nuevos personajes representativos de las clases trabajadoras y dos que simbolizan la dualidad tradicionalista-liberal de la Villa y de las Anteiglesias vecinas. Así se unen en 1980 las parejas de El Marino y la Carguera, El Minero y la Cigarrera, más el general carlista Zumalacarregui y la reina Isabel II. Desaparecen el Angulero y la Sardinera de Santurce.
La restauración del glotón Gargantúa, construido en 1962, estuvo lista para la Segunda Aste Nagusia 1979, con un coste final de 400.000 pesetas, de cuyo pago se hace cargo la Caja de Ahorros Vizcaína. Es uno de los gargantúas que aún duerme en las cocheras de los autobuses. Jubilado de las fiestas del botxo.
Hay muchas anécdotas, algunas con final desastroso, como la vez que en la Plaza Nueva se esperaba con gran expectación al enorme muñeco que iba a protagonizar los carnavales de aquel año. Aquel muñeco que no podía salir por los ventanales del taller de Bolueta, sede de Cómicos de la Legua. Se le tuvieron que cortar los brazos para poder sacarlo del 4º piso con un sistema de poleas rudimentario. Con la precipitación acabó estrellado en el suelo.
Durante los cursos 79-80, parte de la formación de los alumnos de Kilikilariak Eskola, consistía en participar en los talleres de construcción de máscaras para aprender las técnicas y ayudar en los procesos menos artísticos.
Para que las máscaras pudieran encajar en las caras de los actores y no tuvieran problemas, se personalizaban. Para ello había que sacar un molde, pero era un proceso un poco calustrofóbico que no todos podían soportar, ya que se necesitaba estar con la cara cubierta totalmente con vendas de escayola, salvo los orificios nasales, durante 10 minutos. Se cubrian las cejas con jabón chimbo y se moldeaba poco a poco la cara con las vendas de escayola húmedas. Había que esperar hasta que se secara para sacar con cuidado el molde. Sobre ese molde ya se podía transformar y dar distintos volúmenes, para finalmente, obtener la máscara deseada. El acabado podía ser en papel maché o poliéster.